martes, 28 de junio de 2016

La gota.





Pues sí, ha aparecido. En lo alto de la curva, en la cumbre de la colina, sobre la hendidura, como si fuese un líquido vergonzoso y tímido, ha aparecido la gotita densa y pegajosa que indica cómo está el resto del cuerpo venoso y palpitante que constituye mi polla.

Tengo el glande hinchado, duro, como la cara de un boxeador jubilado, desbordada por la presión sanguínea, con una forma casi triangular de tanto que se han ampliado los "alerones". Es un glande hermoso, lo más bonito de mi polla. Y muy sensible. Debajo de él está todo el pellejo estirado y tenso, porque la erección está a punto de batir algún record, aunque sepamos que aún puede ser más grande. El lunar sigue en su sitio, centrado y un poco ladeado, y las venas aprisionadas bombean su sangre contra la piel supertensa.

Dentro de todo ese cuerpo erecto hay una sensación, como un stand by, como un placer de reserva que avisa del placer verdadero que sentiré si le dedico el tiempo adecuado. Como una tentación, algo así como "tócame y verás cómo lo disfrutas". Y sí, lo toco y lo disfruto.

Pero lo que me tiene más fascinado es la gota, algo más grande ya, que se mantiene en equilibrio en lo alto del capullo. Sé que es tuya, que es para ti, pero voy a hacer usufructo de ella. Con la yema del pulgar la aplasto, vilmente, y la arrastro por todo el glande. La sensación es magnífica. Una serie de rayos de placer me atraviesa en un segundo y me retuerzo sobre la silla. Pero no hay bastante gota para todo el glande. Así que me agarro la polla con la mano, cerrando el puño sobre el tronco, y bajo hacia abajo, y vuelvo hacia arriba. Algo de piel se ha podido asomar sobre el glande, tirando de ella, pero cuando suelto vuelve a su sitio habitual. Ese movimiento ha bombeado otra gota. Vuelvo a hacer lo mismo.

Tengo varias zonas húmedas extendidas sobre la superficie de mi glande. Se va secando el líquido por el calor que desprendo, pero es un verdadero vicio acariciarme así. ¿Crees que podrías prestarme algo de tus jugos para untármelos en la superficie de mi polla? ¿Para deslizar mi mano y sentir estas sensaciones? Seguro que sería una delicia.

Acabo de quitarme la poca ropa que me quedaba. Me encanta sentirme así, desnudo en el aire cálido de junio, con la erección delante de mí, venciendo a la gravedad, señalando mi camino, "adelante, adelante", o mejor "dentro, dentro". Porque no olvidemos que esto que estoy tocando entre frase y frase, esta pieza de carne palpitante que agito de vez en cuando, está diseñada para penetrar, para follar, para entrar dentro de cuerpos como el tuyo, de coños como el tuyo, mojados y excitados como, espero, está el tuyo. Entrar, y salir, y entrar, y salir. ¿Te lo imaginas? Seguro que sí.

He parado unos instantes. Ya tengo en mis testículos la sensación de que estoy completamente encendido. Dispuesto. Es una sensación como si mis testículos flotaran, como si fueran ingrávidos. Pero siguen estando ahí. Lo he comprobado. He acariciado el escroto y sigue albergándolos. Dentro de un rato los cogeré con fuerza y tiraré de ellos, cuando esté muy muy cachondo, imaginando que es una boca quien los chupa y los sorbe. ¿La tuya, quizá?

Uf, esto me va a matar. O sigo avanzando hasta el final o estos parones acabarán volviéndome loco. Necesito seguir. Seguro que tú también. Porque voy a imaginarme cómo tú me imaginas a mí en este momento, voy a tener en mi mente tu cuerpo mientras me tienes en tu mente. Y sé que voy a correrme, en casi completo silencio, con gotas espesas y pegajosas que harán un reguero sobre mí y provocarán otro en tu interior, si no lo han provocado ya.

***

En efecto, ha ocurrido. Todo lo que pugnaba por salir ha salido, todo lo que deseaba ser acariciado ha sido acariciado, todo lo que necesitaba ser saciado ha sido saciado. La imagen mental que me llevó al lugar al que quería ir fue muy sencilla. Yo estaba sentado en mi silla, una silla de despacho normal, sin reposabrazos, y tú estabas sentada sobre mí, con los pies en el suelo, tan cómoda como quisieras. Fuiste tú, la tú de mi mente, la que presionaba mi polla, la que la agitaba, la que tiraba de ella y luego volvía a empujar, y era tu coño, caliente y mojado, lo que lo apretaba, y no mi mano. Y, tengo que confesarlo, he durado muy poquito, ha sido tan excitante todo esto que en cuanto me imaginé dentro de ti todo salió fuera de mí, en borbotones espesos y pegajosos que me iban arrancando la respiración a oleadas, que provocaban vibraciones de placer y que me han dejado exhausto. 

Espero que tú también lo hayas sentido, goteando dentro de ti, palpitando, caliente y pegajoso, allí dentro, dentro del todo.

Un beso, ahora sin prisa.

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