sábado, 2 de agosto de 2014

Bienvenida de nuevo. Bienvenida II



Hola de nuevo, bienvenida. Pasa y siéntete como en tu casa, en una intimidad similar a la de tu dormitorio. Tómate lo que quieras, un refresco para ese calor que te agota, o un cóctel para levantar ese humor que se resiente por el trabajo o el estrés. Aquí no hay nada de eso, no existen jefes, ni ruidos, ni compromisos ni urgencias. Aquí no hay envidias ni comparaciones ni necesidades. Este es el lugar más íntimo del mundo, porque es el lugar que tú estás imaginando. Ni siquiera es el que yo te describo, es el que tu mente y tu cuerpo está fabricando mientras lees. Yo solo soy una excusa.

Sé que has venido hasta aquí por pura casualidad. Abriste un día una ventana, pinchaste un enlace y leíste algunas cosas que te gustaron y despertaron tu curiosidad. Eso se lo debemos agradecer al Destino. El resto se lo vamos a agradecer a la Naturaleza, por haberte creado con el cuerpo que tienes, sensible, activo, que reacciona a los impulsos, que siente sed, deseo, pasión. Y que sabe lo que necesita para satisfacerse. Cuando llegaste leíste varios textos de mi blog, con mayor o menor agrado. Pero uno de ellos era particularmente insolente. Era especial, no contaba una historia, contaba tu historia, narraba cómo te sentías rodeada de prisa y necesidad y te ayudaba a despertar tu prisa y tu necesidad; con palabras tiernas te acabó convenciendo para que, en medio del parque, o de la reunión de trabajo, o de la tienda, o en el comedor familiar atestado, te pellizcaras los pezones sin que nadie se enterara. Era una locura pero lo conseguí. Lo conseguimos. Lo recuerdo, para mí también fue excitante juntar las letras que te lo pedían, y si has llegado hasta aquí, es que cumpliste todos los pasos que te indiqué, y quieres que avance. Un avance hacia abajo, todo un reto.

Sin duda sientes esa sensación tan placentera de ebullición entre las piernas, sin poder tocarte, y te preguntas qué puedo ofrecerte en este segundo post. Lo que quiero que hagas va a ser mucho más atrevido esta vez. Los dos sabemos qué parte de tu cuerpo tiene que entrar en acción ahora, y los dos sabemos que tienes que hacerlo de la forma más discreta posible. Así que necesito que seas capaz de controlarte. ¿Qué me dices? ¿Serás capaz de controlarte?

Sí, has acertado. Esta vez la acción no será sobre tus pezones, así que despídete de ellos con un suave pellizco, como el que hiciste antes, porque la parte de tu cuerpo que va a entrar en juego esta vez está más abajo. Efectivamente, así es. Ahora vamos en serio.

Al bajar las manos de tus pechos inconscientemente las has pasado sobre tu abdomen. Sé que lo has hecho, y si no, hazlo. Como si no fuera contigo, como si fuese lo más normal del mundo, como si te rascaras o como si buscaras algo, elige tú según la situación. Arrastra las yemas de tus dedos desde donde estaban en tus pechos por encima de tus costillas, por tu estómago, por tu ombligo, y baja un poco más. Aprovecha que estás leyendo esto en un móvil, una tablet o un monitor para mostrar que prestas toda tu atención y finge que tus manos tienen inercia propia. Llega un poco más allá de tu ombligo. ¿Te atreverías a ir un poco más allá? ¿Con toda la gente que tienes alrededor? ¿Te tocarías?

No te voy a pedir que lo hagas, pero si la situación te lo permite, si estás tras una mesa, o no hay peligro, me gustará saber que lo has hecho. Por encima de la ropa. Pulsa sobre tus pliegues. Solo un poco. Te ha gustado, lo sé. Y ahora no puedo pedirte que pares, pero quizá te guste más esto que te voy a pedir.

Ahora sí, ahora viene el verdadero reto de este post. Necesito, y tú también necesitas, que encuentres un lugar, una cosa, un sitio donde apoyarte. Si estás entre la gente, en un despacho, o una tienda, puede servir una silla de despacho, o un cajón medio abierto. Si estás en un parque, la esquina de un banco. En un súper, la arista de un carro de la compra. Cualquier cosa en la que puedas reclinarte de la forma más disimulada posible, y que puedas apretar sobre tu coño, solo un poco, para que lo sientas inundarte de placer.

Ojo, no quiero que te masturbes. Ya vendrá otro post que te ayude a masturbarte y a alcanzar el orgasmo y a volvernos locos los dos. Ahora quiero simplemente que, fuera de todo el mundanal ruido que te rodea, crees una burbuja de intimidad entre tú, tu coño y, por ejemplo, una silla, mientras lees este texto con gesto concentrado, para que nadie sospeche. Y que simplemente empujes, un poquito, sin espectáculos de barra americana ni jadeos, solo una ligera presión con tu pelvis, cuentes hasta diez, y te separes. No mucho rato. Quizá, si quieres atreverte, puedes iniciar un suave movimiento oscilatorio, pero no olvides que debes ser discreta. Luego, un rato después, con cualquier excusa, vuelves a la misma posición, cuentas hasta diez, y te separas otra vez. ¿Me contarás contra qué te apoyaste? ¿Me darás los detalles? ¿Me dirás cuántas veces te olvidaste de contar hasta diez y te limitaste a disfrutar?

Sé que dejarte aquí es poco menos que una putada. Hazme saber que has llegado hasta aquí y te contaré lo que tengo reservado para ti más allá de este post. En el fondo sabes que valdrá la pena, y por eso me estás leyendo ahora y me leerás después, porque te lo pasas muy bien (y muy mal) leyéndome.

Y lo más importante, ¿me dirás cuántas veces fuiste capaz de hacerlo antes de masturbarte definitivamente y correrte? Porque sé que me desobedecerás, pero si me cuentas cómo fue no te lo tendré en cuenta.

Sea como sea, disfrútalo, y cuéntame qué te pareció. Permanece atenta, pronto habrá un Bienvenida III en el que finalmente alcances el orgasmo, en público, aunque aún no sé cómo diablos lo conseguiremos. Pero una cosa es segura, lo conseguiremos juntos.