lunes, 15 de septiembre de 2014

Nuestra habitación de hotel



Acabo de llegar a la habitación del hotel, de nuestro hotel. Lo primero que hago es mandarte un mensaje para que lo sepas, pero por lo visto tú aún tardarás bastante en llegar. No me importa, no tengo prisa, quiero que llegues en el momento adecuado. Ahora que estoy aquí la espera dará más valor a lo esperado. Después de tantos relatos compartidos, de tantos ratos pasados juntos a través de las letras, de las mías y de las tuyas, por fin hemos encontrado el momento para estar juntos, a la vez, en el mismo sitio, carne contra carne, respiración contra respiración, sudor contra sudor.

Te escribo alguna frase enrevesada sobre lo que va a ocurrir cuando estés aquí por fin, para que sientas que mi espera enciende mi cuerpo y que quiero encender el tuyo de la misma forma. Dejo recado en recepción de que te estoy esperando, para que te hagan venir en cuanto estés aquí, y un botones con acné y uniforme lleva mi equipaje a la habitación, una suite enorme que mi empresa financia sin saber demasiado bien para qué. Es espaciosa, llena de luz, lujosa pero no recargada, sencilla pero no simple. Tiene una especie de salón nada más entrar, un dormitorio separado del salón e igual de grande, un vestidor, un cuarto de baño y una terraza con mesa y tumbona. Es perfecta. Entro en la suite desatándome la corbata, sin quitármela, y me encuentro a una mujer en el dormitorio, haciendo la cama. Ella no me ha visto entrar, lleva auriculares, y me quedo en la puerta mirándola, doblada sobre la cama, de espaldas a mí, o mejor dicho, de culo a mí. Está bailando, o mejor, se está contoneando al ritmo de la música mientras trabaja. Es una visión magnífica.

Es una mujer muy joven, con vestido negro, medias negras y delantal y cofia blancos, como en los hoteles antiguos. Se afana mucho en su trabajo, es francamente expeditiva. Es alta, espigada, muy bien proporcionada. Rubia, con el pelo bastante largo recogido en una trenza, que le da a su uniforme aún más ambientación. En sus movimientos puedo darme cuenta de que no son pantis, son medias, con liguero. Yo no quería mirar, cariño, pero ya sabes que mis ojos son más rápidos que mi corazón, y se me fueron bajo la falda en cuanto asomó la prenda. Pero me esfuerzo en no mirar. Este lugar es para ti y para mí, ninguna mujer, por muy fetiche que sea, hará que estropee este encuentro entre tú y yo. Pero corre, ven pronto. Soy débil, y hoy he venido aquí con la piel despierta.

Ella termina con lo que está haciendo y se dispone a salir, cuando se asusta al verme, tanto que sus mofletes se llenan de color y su respiración se queda acelerada unos instantes. Vista por delante, a esta distancia, y en plena excitación nerviosa, con su busto perfecto embutido en su vestido anacrónico agitado, es aún más adorable. Pide disculpas mientras se quita los auriculares y se presenta con el más exquisito acento francés: Se llama Vicky y necesita un rato más para acabar de preparar la habitación, pero el dormitorio ya está listo, así que entro en él y ella se queda haciendo su trabajo por el resto de la suite. Asegura que no me va a molestar lo más mínimo, y yo le digo que no será molestia, que será un placer atenderla en lo que necesite. De verdad, date prisa. Corre.

Canturreo por el dormitorio mientras oigo al otro lado de la puerta los movimientos de Vicky y me dedico a deshacer mis maletas y colocar las cosas donde mejor quepan, dejándote espacio de sobra. Intento desviar mis pensamientos y olvidarme de ella; va a ser un fin de semana inolvidable, cuando por fin llegues a mi lado. Trasteando en el armario me doy cuenta de que los pasos de Vicky suenan a zapatos de tacón, y me parece excesivo, debería haberme dado cuenta antes. Dejo lo que estoy haciendo y voy a ver, pero en la puerta del dormitorio aparece otra mujer. Lleva un traje chaqueta gris marengo perfectamente ajustado, el pelo moreno recogido en un moño alto, gafas de pasta y los zapatos de tacón que oí. Seguro que te gustaría verla si estuvieras aquí. Me mira desde la otra parte de la puerta y se presenta. Se llama Anna. Es la jefa de día del hotel, la encargada de que todo vaya como debe. Me habla adquiriendo una pose totalmente profesional, pero la voz y la entonación son quizá demasiado dulces para lo que me está diciendo.

En un momento dado pone la mano plana en mi pecho, para empujarme dentro de la habitación y cierra la puerta tras ella. Poco a poco se va acercando a mí haciéndome retroceder de forma casi imperceptible, hasta que tengo las piernas contra la cama, y no puedo seguir apartándome de ella, sin que apenas se note su avance pero aproximándose inexorablemente. Huele genial, y a esa distancia puedo ver lo extremadamente hermosa que es. No me hagas esperar, ven ya, te necesito.

Es extraño, pero no me siento acosado, ni asaltado, ni acorralado. En cualquier otro lugar intentaría apartarme, pero ahora la dejo hacer, a la espera de ver qué ocurre. Se da cuenta de que me incomoda un poco. Me pregunta por mi acompañante, le hablo de ti y le explico que aún no has llegado, pero que te esperaré con toda mi ansia. Ella levanta una ceja y baja sus gafas para mirarme por encima de ellas.

-       ¿Seguro que le vas a esperar? ¿Has venido a eso?
-       Naturalmente, ¿por quién me toma?
-       Verás, es que… he visto el nombre con el que te has inscrito, y no me creo lo que dices…

Maldición. He utilizado este pseudónimo para registrarme en el hotel y no dejar rastro, y tengo que dar con una de las pocas personas del mundo que han entrado alguna vez en esta página y son capaces de recordarlo.

-       Tengo delante de mí al magnífico Wanderer de Darbis, de una pieza, en una habitación de hotel. Media Internet soñaría con algo así.
-       Es un halago, pero ya le he dicho que espero a otra persona…
-       ¡Bah! Me tomas el pelo, ¿verdad? Deja de actuar ya…

Coge mis manos y las lleva a su cuello, a sus hombros, mientras con las suyas coge mi cara y acerca su boca a la mía. Me quedo absorto por la sorpresa y sin querer colaborar me descubro con sus labios entre los míos, en un beso suave de ventosa que aún no tiene ni dientes ni lengua. Algo me despierta de mi letargo y te imagino ardiendo de furia si descubrieras que la situación ha llegado a este punto, y me aparto de un paso largo hacia un lado.

-       ¿Pero qué hace?¿Cómo se atreve? Voy a elevar una queja contra el hotel – mis palabras pretenden ser duras pero mi tono no resulta convincente en absoluto.
-       ¿Sigues con eso? Si de verdad eres Wanderer de Darbis no te negarás a que esto ocurra, disfrutarás haciéndolo y cuando acabes conmigo podrás satisfacer a quien venga detrás. Y lo que haga falta. – me mira a los ojos desafiándome, enganchándome con su mirada por dentro, como si me penetrara hasta el fondo.
-       Creo que se ha creído las cosas que ha leído de lo que escribí, sólo soy un hombre. – comienzo a flaquear, pero sigo tratándola de usted.
-       Es cierto, eres un hombre, y yo una mujer.
-       ¿Quiere dejarme solo? Espero a otra mujer.
-       ¿Insistes?¿Es que no entiendes nada?¿Aún no sabes en qué lugar estás? Voy a hacer que comprendas lo que está ocurriendo.

Y dicho esto desliza sus manos sobre mi pecho, repasa mis costillas, mi abdomen, lentamente llega hasta mi cinturón, lo supera y lleva una mano a mi entrepierna. No le cuesta encontrarla, no he podido evitar una erección firme y dura desde el momento en que me empujó para entrar en la habitación. Lo siento, cariño, desearía que fueras tú la que me estuviese acariciando, no tardes. Ella repasa la forma de mi pene por encima de mis pantalones mientras sonríe con cara de “ya lo sabía yo”, y yo siento unos escalofríos de placer que quisiera no sentir, cariño, quisiera no haber disfrutado con esa caricia. Ven, rápido, corre, llega antes de que sucumba a mi debilidad.

Ella parece darme tiempo para que me aclimate a la nueva situación. Aparta sus manos de mí, y caminando lentamente hacia una esquina del dormitorio desliza sus manos por sus caderas, silueteando sus formas, y comienza a tirar de su falda de tubo hacia arriba. Cuando llega al sillón que encuentra allí ya tiene la falda casi a punto de mostrarme sus nalgas, y se arrodilla en el asiento, mirándome por encima de un hombro, sonriéndome como antes, esperándome. Debe de haber algo que debo entender en todo esto, algo que le dé sentido a la seguridad con que esa mujer trata de seducirme, pero mi sangre está acumulándose en un único punto. Me siento en la cama porque por un momento he estado a punto de caminar hacia ella. Sus muslos, sus piernas, sus zapatos, la forma de sus nalgas bajo la falda. Es una visión magnífica, la mejor que hubiera podido imaginar. Sácame de aquí, cariño, ven, corre.

Ella ha visto que me he sentado para mantener la distancia, pero puede ver el bulto que cada vez destaca más en mis pantalones, y también se da cuenta de que no puedo apartar mi mano de ahí. Hago caricias instintivas a mi polla erguida bajo la ropa mientras pienso en lo que ha querido decir, y ella toma la decisión de sentarse, de frente a mí, con la falda arremangada por encima de las ingles. Se sienta con las rodillas juntas, pero sonriéndome tan sórdidamente como antes, me guiña un ojo y comienza a separarlas. Cariño, te prometo que no quería mirar, pero la escena es tan excitante que hubiera sufrido alguna especie de ataque si no hubiese mirado. Y sigue habiendo algo de lo que tengo que darme cuenta.

-       ¿Ya te has dado cuenta?¿Ya sabes dónde estás?¿Ya entiendes por qué estoy tan segura de que me vas a dar lo que quiero?

Y dicho esto, lleva un dedo índice a sus labios, lo besa y lo desliza por encima de su traje de lana gris marengo, por encima de sus formas, de sus pechos, de su cintura, hasta llegar debajo de su falda arremangada, lo pasa por su ingle, y separando más las piernas, puedo observar cómo lo desliza debajo de su braguita de encaje y comienza a buscar alguna cosa que debe conocer muy bien allí debajo. Yo siento que mi pantalón está a punto de estallar, que necesito dar libertad a mi polla, dura como pocas veces, pero no quiero hacerlo, porque tal como me repito una y otra vez, te estoy esperando, quiero que vengas, corre, llega aquí, ayúdame a entender lo que quiere decirme esta mujer que simula masturbarse delante de mí.

Y en ese momento lo entiendo todo. Los mensajes subliminales, las indirectas de Anna, tu tardanza. Todo. Cariño, si estoy equivocado en mi apreciación, no mereceré tu perdón, pero te lo imploro. Date prisa por llegar y sácame de mi error. Si por el contrario, es correcto lo que opino, esto es lo que debo hacer.

Con Anna abierta de piernas, en un sillón a pocos metros de mí, con sus dedos debajo de sus braguitas acariciándose, yo decido bajar mi cremallera y sacar mi polla a la vista. Bendita polla, estaba sufriendo tanto aprisionada entre la ropa. Tiene su glande henchido, con su pequeña gotita ya comenzando a brillar, su tronco con sus venas bien marcadas, su lunar a mitad de distancia. Mi polla, la de toda la vida.

-       Hummm… la polla de Wanderer de Darbis. He soñado tantas veces en poder verla, tocarla, acariciarla, sentirla… ¿Sabes qué más cosas?¿Quieres que te las diga?
-       Dímelas, te escucho. – mientras le respondo me llevo los dedos a mi pene y compruebo lo duro que está. No tardaré en comenzar a masturbarme, si Anna sigue comportándose así.
-       Vaya, veo que ya has entrado en razón, ya has entendido dónde estás, y que esto no está tan mal como pensabas.
-       Espero no equivocarme, pero si es lo que pienso, me gustará comprobarlo. Y a ti también. Pero aún quiero acabar de asegurarme, mantente en el sillón mientras me convences.
-       Claro, mientras te diré lo que deseé hacerle a tu polla. Quise chuparla, con la boca llena de polla. Lamerla también me gustaría. Con toda la lengua, plana. Y sobre todo, tenerla aquí dentro, toda, hasta el fondo.

Mientras habla su voz va bajando en su tono y su respiración va siendo más pesada. Ha ido haciendo sus braguitas a un lado y ahora tengo su coño a la vista, manoseado por sus propios dedos, y al decir su última frase, ha abierto los labios y he podido ver sus pliegues más íntimos. Desde donde estoy se aprecia un reguerito brillante que baja por sus nalgas hasta su falda, apenas perceptible pero una gran promesa de lo que será. Y yo veo también el reguerito que se está formando en mi glande, enorme e hinchado, y me llevo la piel de mi polla con un movimiento ascendente que lo cubre y luego lo descubre, arrastrando el jugo y provocando que salgan gotas más gordas. Estoy medio tumbado en la cama, repitiendo ese movimiento lentamente varias veces, observando cómo se hincha y se deshincha mi glande al masturbarme, y a la vez mirando cómo se masturba una mujer de bandera delante de mí, mirando mi polla y mirándose su coño, cómo se abren y se cierran sus pliegues según si estira de ellos, los separa, los agita, aprieta, presiona o si busca entre ellos con la yema de los dedos. Y todo esto lo estoy viviendo para ti, para que llegues cuanto antes aquí, junto a mí, para que vengas corriendo y me acompañes en esta corriente de lujuria que me va a poseer.

Yo ya me estoy masturbando del todo, con la mano totalmente agarrada a mi polla, subiendo y bajando lentamente, mientras ella sigue agitando su clítoris, en círculos, manteniendo la misma velocidad que yo, para que haya una conexión entre su movimiento y el mío, entre las corrientes de placer que se provoca ella y las que me provoco yo. Pero los dos sabemos que esto no va a seguir mucho tiempo. Hace rato que ninguno de los dos habla, aunque nos estamos diciendo tantas cosas con nuestras miradas. Mi glande ya reluce casi por completo y su falda ya está más que manchada, seguro que el cojín del asiento también lo estará. Así que paro de masturbarme, le hago un gesto para que se acerque, y me tumbo en la cama, por completo. No le indico mi polla, ni le pido que me haga nada. Solamente le señalo mi cara, y cierro los ojos. Puedo oír los pequeños pasos que da mientras se quita primero un zapato y luego el otro, y luego los pasos sordos de sus pies descalzos. El colchón oscila debajo de mí y puedo intuir cuándo apoya una rodilla al lado de mi cabeza y luego la otra equilibrando el colchón. Saco la lengua y establezco contacto con una tela suave y sedosa, deben de ser sus braguitas. Abro los ojos y comienzo a retirarlas, se ha apoyado con las manos en el cabecero, de forma que le resulta fácil dejarlas salir, y vuelve a su posición, sentada sobre mí. Ahora sí, su coño sobre mi boca, mis manos en sus nalgas, y toda la convicción de que todo lo que consiga hacer disfrutar a esta mujer será por nuestro bien, cariño, será para que tú vengas antes, para que llegues conmigo.

Inicio un viaje que ya recorrió ella con sus dedos, tal como pude observar, llevando mi lengua por sus pliegues como si buscara. Apenas ejerzo fuerza pero no tardaré en hacerlo. Primero quiero reconocer los lugares para luego incidir como es debido. El primer lugar que chupo como si fuera un bebé lactante es justo el montículo que ella agitó cuando me miraba a la cara, y su grito agudo de sorpresa me indica que he acertado. Pero no me paro ahí, hago la misma succión en varios puntos de sus labios menores, como si quisiera morderlos con los labios, como si se los quisiera arrancar, y ella a todo esto responde apretándose más contra mi cara, y cogiéndome la cabeza. Me entretengo en hacerle ser consciente de la forma y el perímetro de sus labios menores, centímetro a centímetro. Finalmente, cuando sus jugos ya gotean por mi cara como una obscenidad saco la lengua todo lo que soy capaz, y la voy introduciendo en su vagina, caliente y apretadita, y siento cómo se va abriendo para que pueda entrar, y cuando ya está tan dentro que casi me dan arcadas de lo mucho que he sacado la lengua, aprovecho que es un músculo sin hueso y comienzo a cambiarle la forma y la longitud a mi lengua, dentro de su coño, para que ella lo sienta muy en su interior. Y sé que le está gustando, porque los gritos que antes lanzaba a veces ahora son su forma de respirar, y porque sé que a ti te vuelve loca, cariño, que te haga esto, o al menos eso me has contado siempre, y es como si te lo hiciera a ti, y pronto vendrás y podré hacértelo.

Pero sus gritos se silencian de repente, cuando una voz dentro de la habitación dice:

-       ¡Señorita Anna! ¿Qué hace usted? ¡Esto está prohibidísimo!

La empleada del hotel, Vicky, está de pie en la habitación, al lado de la cama, se está quitando los auriculares y está mirando al suelo avergonzada. Está tan sonrojada como lo estuvo antes, pero no puede evitar mirar de reojo mi polla y el culo de Anna, sobre mi cara, las dos únicas partes que podría considerarse indecorosas y que están a la vista. Anna baja de la cama, arreglándose la falda, y se va corriendo a la puerta a cerrarla, para que Vicky no se vaya sin poder hablar con ella.

-       ¿Sabes quién es? Es Wanderer de Darbis. Tú me hablaste de él.
-       ¡Sí, claro! Como que Wanderer de Darbis va a estar en este hotel. Con esa polla. Y va a estar así de bueno. Seguro que Wanderer es uno de ésos que no salen a la calle, con sobrepeso y acné nada juvenil.
-       Es él. Te lo prometo.
-       ¿De verdad?

La sorpresa casi infantil en los ojos de Vicky me llena de ternura y la forma en que no deja de mirarme la polla hace que se siga manteniendo dura a pesar de la interrupción. Me halaga haberme encontrado a dos lectoras de mi blog tan devotas.

-       Así que me leéis. Las dos.
-       Siempre que podemos. Nos sirve para desconectar, creas un mundo aparte donde pasan cosas muy bonitas.
-       Pero nunca habéis interactuado. Quizá un comentario de vez en cuando.
-       Lo sé, pero me daba vergüenza.
-       A mí me hubiera gustado dejarte algún comentario, para que supieras que te leemos y te seguimos. Pero no quería ser la primera.
-       Me siento halagado, y más me hubiera sentido si hubiera tenido algún intercambio, haber sabido qué provocaba en vosotras, cómo os hacía sentir. De hecho, el motivo de estar hoy aquí comenzó así.
-       Siento haberles interrumpido, señorita Anna. Ha sido un placer conocerle, señor Wanderer. Siga así, con una polla tan bonita.

Hablando con ellas no había reparado en que sigo teniendo la polla fuera de los pantalones. Ella sigue mirándola con total fijación, como un niño a un pastel, y Anna me hace una señal. No entiendo muy bien qué me quiere decir, pero lo intuyo, y me levanto de la cama, con la polla totalmente perpendicular a mí, con el glande gordo y amoratado, y todas mis venas marcadas. Vicky está ahora frente a frente a mí, mirando hacia abajo el objeto que la tiene absorta, y yo avanzo, un poquito. Si por ella fuera se largaría corriendo asustada de la habitación, si no fuera porque Anna sigue en la puerta y porque hay una parte de ella muy profunda que se siente hipnotizada por todo lo que está viendo. Mira a su superior a los ojos, y Anna le hace un gesto afirmativo, me mira a mí y le hago el mismo gesto, animándola, y sin pensarlo mucho levanta su mano y me agarra el tronco de mi pene, iniciando un movimiento suave que acaba siendo una masturbación muy lenta y muy suave, como si no quisiera romper el hechizo. Me encanta lo delicada que es, y se lo digo, y ella responde arrodillándose frente a mí, entre mis pies, y sin decir nada, ni pedir permiso, se mete mi polla en su boca. O sea, la polla que es para ti, cariño, y que está dura y lista para cuando tú llegues. Ven, corre, llega cuanto antes, quiero sentirte.

Anna sonríe por la decisión con que Vicky se ha lanzado a por mi polla. Ella, que era la que inició todo esto y me reveló la verdadera naturaleza de este lugar, para que todo esto pudiera pasar, ni siquiera me la ha tocado aún, y ya está en la boca de otra mujer. Pero sabe que no hay prisa. Aquí no hay prisa para disfrutar. Mientras tanto me abraza y me besa, esta vez sí, con su lengua y sus dientes, y yo me encargo también de besarla, con mis dientes y mi lengua, encendido por los movimientos de Vicky con su boca sobre mi polla. En ocasiones siento que llego más profundamente en su garganta, por la presión que ejerce en mi glande, pero no llego a provocarle arcadas. No obstante no llega a introducirse ni la mitad en su boca de niña. Se encarga de masturbar el trozo que queda fuera con una de sus manos. Una verdadera maravilla.

Anna me quita la camisa y desabrocha mi pantalón y comienza a acariciar mis músculos. No estoy acostumbrado a verme con estos pectorales y estos abdominales, pero estando en este lugar no me extraña en absoluto mi apariencia de adonis. Yo no pierdo el tiempo tampoco y comienzo a quitarle su traje chaqueta de jefa de día supereficiente, primero dejo su americana a los pies de la cama, luego desabrocho su falda hasta que cae del todo, y finalmente acaricio su cintura sobre la blusa de seda blanca, hasta que la saco por su cabeza, de un tirón suave. Está en ropa interior, con un cuerpazo que hace que mi polla crezca un poquito más en la boca de Vicky. Con dos dedos deshago el moño que sujeta su pelo tras su cabeza y sus hombros se inundan de una cascada suave y sedosa que me entretengo unos segundos en acariciar. Sólo lleva puestos el sujetador y las medias; llevo una de mis manos a sus pechos y con la otra quiero comprobar si una parte de su cuerpo está tan mojada como lo estaba antes, cuando estaba en contacto con mi boca. Espero que lo esté, cariño, para que tú llegues cuanto antes, para que mi polla entre allí dentro por completo y todo esto acabe y tú puedas venir, corriendo, hasta aquí, para compartir todo esto.

En efecto, está mojada, mucho. Bordeo sus labios, los de su coño, con dos dedos, haciendo una especie de tijera, y los presiono, y ella se estremece y se deja caer contra mi cuerpo, apoyando su peso en mi costado. Aparta la cabeza de Vicky de mi polla y señalando el sillón del rincón le ordena sin palabras que se siente allí y que mire. Mientras, se arrodilla en la cama, con el culo en pompa, a cuatro patas, y yo me acabo de quitar toda la ropa y me arrodillo detrás de ella, en un ángulo en el que Vicky pueda verlo todo desde donde está, y dejo caer mi polla llena de saliva en la raja del culo de Anna. Ella lo siente perfectamente, tan perfectamente que percibo cómo contrae las nalgas para pillarme la polla entre ellas, pero yo la deslizo, pasando por encima de su ano, por encima de su perineo, y llegando a los labios de su coño lubricado y caliente, y con mi glande enorme, mojado y goteante aplasto todos sus pliegues mientras lo voy dirigiendo hacia la entrada de su vagina, hasta que encuentro el lugar donde todos queremos que entre, incluida tú, cariño, y empujo un poco, luego un poco más, hasta que el glande ha desaparecido dentro de Anna, y puedo sentir el calor de su coño abrazando mi polla, su cuerpo adaptándose a mi forma, y empujo un poco más, por instinto, y luego un poco más, y Anna gime con fuerza, y yo también, y Vicky, en el sofá, no puede más y abre sus piernas, como hizo Anna hace un rato, y comienza a masturbarse mirando lo que ocurre. Y a estas alturas espero que tú también, porque no quiero que tardes mucho más en llegar.

Y follamos, sin medir tiempos, sin controlar nuestros cuerpos, sin frenar deseos, porque todo lo que va a ocurrir va a ser genial, y ella suda, y yo sudo, y agarro sus pechos firmes dentro del sujetador, que aún lleva puesto, para traccionar mejor, y golpeo su culo con mi abdomen mientras la follo todo lo rápidamente que soy capaz, tanto que estoy seguro que está sintiendo mi glande allá al fondo, donde casi da la sensación que va a desgarrar pero que lo único que hace es provocar más placer, y se me ocurre que tal vez le guste que le coja del pelo, sólo un mechón, mientras la cabalgo, simplemente para que sienta que se lo cojo. Y sin llegar a tirar de él, meto la mano entre su pelo y agarro un mechón, y ella comienza a golpear mi abdomen con sus caderas, y si no me equivoco, eso es que está a punto de correrse, así que con la otra mano le doy un buen cachete en su nalga, dejando mis dedos marcados en rojo en su piel, y ella se desploma sobre la cama, sin poder aguantarse en sus brazos, y sigue empujando con sus caderas contra mi polla, y vuelvo a darle otro cachete, y comienza a gemir, con un gemido grave, que casi es un quejido, y entre palabras ininteligibles me avisa de que se va a correr, pero yo ya lo sé porque sus jugos están goteando por mis testículos, y comienzo a percibir las contracciones de su vagina, masajeándome la polla dentro de ella. Se frota contra mí a golpes de cadera, y unos segundos después se desploma sobre la cama, inerme, bufando, sudorosa y sonriente.

Esto, cariño, es lo que te espera, cuando llegues, cuando vengas. Corre.

Vicky, semidesnuda en el sillón, ve que ha llegado su turno. Ha dejado al aire sus pechos y se ha quitado la falda de su vestido, para acariciarse mejor. De hecho, por lo que puedo ver, no ha perdido el tiempo y las caricias que ha estado inventándose para ella misma han llevado al menos un par de dedos dentro de su vagina y un buen reguero de saliva sobre sus pezones. Al fin saco mi polla, dura como pocas veces, del coño babeante de Anna, y la joven se acerca a la cama. Anna sigue inmóvil en el centro y yo me siento en el borde. Tengo la polla goteante y dura, y ella ya había hecho bastante trabajo mientras se masturbaba, pero quiero comprobar que la lubricación será la correcta. Antes de que coloque las rodillas a ambos lados de mis caderas para sentarse sobre mí, acabo de desabrochar la ropa que todavía tiene puesta, la dejo caer al lado de la cama, deslizo mis dedos entre sus muslos y doy fe de que podré entrar. Esta chica, mucho más joven que Anna, me resulta más frágil, y la trato con ternura, con más suavidad de la que traté a Anna. Ya sabes lo que quiero decir, cariño.

Pero cuando se deja caer sobre mí, clavándose mi polla hasta el fondo, lo hace de golpe, con prisa, y me pilla por sorpresa. Comienza a agitarse contra mí, rozándose con mi abdomen, y me doy cuenta de que el rato que estuvo mirándonos alcanzó un buen nivel de excitación, y me activo en pocos segundos. Llevo uno de sus pezones a mi boca, estrujando su pecho mientras mordisqueo su aureola, y ella se agarra de mi cuello para sujetarse y cabalgarme mejor. Comienzo a sentir que ya no me queda mucho rato antes del orgasmo, así que vas a tener que darte prisa en llegar, cariño. Ahora que me cabalga esta jovencita, agitada por su propio placer pero provocándome el mío a manos llenas, siento cómo se acumula la tensión en mi cuerpo, y me lanzo a provocar el orgasmo en la mujer que me está follando ahora mismo.

Sentado como estoy me dejo caer para quedarme completamente horizontal, así ella puede cabalgarme más libremente, y comienza a trazar dibujos con sus caderas sobre mi polla. Es una verdadera gozada. No es un metesaca lineal, así que no avanza las cosas, pero estoy seguro de que ella lo disfruta, porque lo hace con total devoción, y comienza a agitarse mientras entona una letanía que al principio no entiendo, pero que al fin puedo traducir por “me estoy follando a Wanderer de Darbis”, y eso me tranquiliza. Pase lo que pase no voy a tener que preocuparme en aguantar o no, sé que aguantaré lo que haga falta, porque soy Wanderer de Darbis. Y agarrando uno de sus pechos con una mano y abofeteando una de sus nalgas con la otra, comienzo a follar el aire, a levantar mis caderas de la cama para follarme al bombón que me cabalga, metiéndosela lo más profundo que puedo llegar, tanto que llega a quejarse de esa forma que no sabes si es queja de dolor o de placer. Pero yo no paro, no voy a parar, porque lo próximo que me queda por conseguir es el orgasmo de esta chica preciosa, tanto que sus jugos recorren mi entrepierna. Y una mano que no esperaba toma la mía sobre el pecho de la joven, Anna se está incorporando, pasa uno de sus muslos sobre mi cabeza, y quiere volver a estar en el lugar en el que estuvo, ahora de frente a Vicky, que me cabalga sin pensar mucho en quién le estruja los pechos, y cuando tengo de nuevo los labios de la mujer sobre mi boca, la suya se encuentra con la de la joven, y formamos un triángulo de conexiones de placer, y las dos mujeres se besan, con besos tiernos, mientras se agarran los pechos y se los acarician y se los estrujan, y se pellizcan los pezones.

Y ahí, cariño, si estuvieras tú, seríamos tres personas a la vez dándote placer, de todos los tipos, y tú estarías dando placer a tres personas más, si hubieras llegado ya, así que ven, corre, llega con nosotros.

Mientras, Vicky ya no puede más. Me está cabalgando con todo lo que da de sí su cuerpo joven, golpeando mi cuerpo y provocando ondulaciones en el colchón que hacen que Anna también cabalgue mi cara. Y por fin los jadeos de la empleada comienzan a delatarla, y yo comienzo a sentir cómo aprisiona mi polla en su coño, y toma un gran sorbo de aire, aguanta la respiración tres segundos, lo suelta, coge otro, otros tres segundos, vuelve a soltarlo, y finalmente se relaja, apoyándose en el cuerpo de su jefa, y se abrazan, y se siguen besando, mientras se ríen, con mi polla hinchadísima, con mi lengua en el coño de la mujer, pero es ella misma la que aparta a la jovencita de su lugar y se agacha a coger mi polla con su boca. Era algo que quiso hacer desde que la vio cuando estaba sentada en aquel sillón y comienza a dar lametones largos y ansiosos, a la vez que yo doy lametones igual de ansiosos en su coño, y me ayudo de dos dedos dentro de ella, y ella me coge la polla con la mano para ayudarse. Pero pronto noto otra lengua en mi polla, y otra mano, y tengo que concentrarme mucho mucho en el coño que me estoy comiendo para no correrme ya mismo, y busco lo más profundo que puedo con mis dedos en ese agujero caliente que gotea sobre mi cara. Busco rugosidades y formas, sitios especiales dentro de la vagina pringosa, y encuentro el tacto que busco, más rugoso y caliente, e incido en él mientras sorbo su clítoris como si fuese un bebé lactante, como si quisiera arrancárselo de cuajo. Y durante unos instantes sólo siento una boca en mi polla, porque Anna levanta la cara mientras se corre, en un segundo orgasmo que no esperaba, gentileza de Wanderer de Darbis, que le hace quedarse inmóvil a un lado de nosotros dos. Y Vicky, con mi polla en su mano, con la lengua en mi glande, me mira con la pasión de una joven desatada, que sabe que aún queda más para ella y que se espera lo mejor, y me agacho a besarla, mientras la cojo por los hombros y la subo a la cama. Ya sabes lo que voy a hacerle, cariño. Imagínatelo y ven, rápido. Corre.

La tumbo de espaldas, con las piernas totalmente abiertas, como una estrella de mar, y sus ojos brillantes y algo entornados me trasladan la seguridad que tiene en mí, la confianza de que le espera el gran final. Y la maravillosa visión de su cuerpo, de su piel clara ruborizada, de sus pezones erectos, su coño mojado, su pecho alterado, sus labios hinchados me llevan a clavarle mi polla, que es tu polla, cariño, que está aquí para ti, totalmente hasta el fondo, en un movimiento lento pero firme, asegurándome de no hacerle daño. Y sus caderas se adelantan a mi propio movimiento y es ella quien da el empujón que acaba por clavársela totalmente, y comenzamos a follar, lentamente, mientras Anna sigue en un lado de la cama, mirando cómo voy incrementando el ritmo. Sus preciosos ojos, entrecerrados, me transmiten las percepciones de su cuerpo, y voy controlando la forma en que la penetro. Tanto que llega un momento en que me limito a girar mis caderas, como un pistón, con mi polla dentro de ella, moviéndome lentamente, y provocándole infinidad de sensaciones, por la forma de entrar en diagonal provocando mayor rozamiento.

-       ¿Sabes por qué te follo así, Vicky? Supongo que debe de gustarte, porque cuando te follo así te noto más mojadita. Y ¿sabes por qué quiero tenerte más mojadita, Vicky? Porque no quiero hacerte daño cuando te folle así – y cambio por sorpresa el ritmo de mi follada, acelerando al máximo y llegando hasta el fondo de su vagina. Allí donde tú sabes que soy capaz de llegar, cariño.

Y mantengo un ratito breve el ritmo altísimo que he impuesto para volver a las ondulaciones de mis caderas, pero ella se muestra decepcionada porque paro, y es ella la que empuja con su coño contra mi cuerpo, buscando velocidad. No puede hablar, apenas puede gemir y liberar algunos grititos algunas veces, pero se comunica perfectamente con sus caderas y su coño. Así que vuelvo a acelerar y comienzo a oír el chapoteo de su coño mojado y sus grititos en mi oído, y veo cómo está subiendo su rubor, y me abraza con sus brazos y con sus piernas, rodeando mis caderas, y ya no puedo escaparme, aunque tampoco lo deseo, y sólo me queda seguir follándomela como estoy haciendo, hasta el fondo, fuerte y rápido, sin miramiento. Y por fin ocurre lo que esperaba, el gran suspiro, la gran bocanada de aire, los tres segundos inmóvil, y otro suspiro, otra bocanada, y otra vez el mismo ciclo, mientras su coño se contrae sobre mi polla y sus uñas arañan mi espalda tal como quisiera que fueran tus uñas las que dejaran su rastro en mi piel, que los dedos con los que ahora te tocas estuvieran tocándome a mí. Ven, corre, llega por fin.
 
Con Vicky abatida sobre la cama y Anna a un lado viendo toda la situación, saco mi polla, aún entera y dura como estuvo todo el rato, goteante del sabor de las dos mujeres, y me arrodillo en el centro de la cama. Anna sabe lo que quiere hacer y Vicky lo que hará cuando recupere la respiración, y puedo ver cómo la jefa de día del hotel en el que te espero acaricia la piel de mi polla y con ternura se la lleva a la boca, otra vez, esta vez sin prisa para ella, totalmente volcada en mí, y comienza a pasar la lengua plana por el tronco, como si quisiera recuperar su sabor y el de Vicky, y luego la pasa por mi glande, como si fuera un helado de polla, y finalmente se la lleva dentro de la boca. Y la joven, casi por sorpresa, como si tuviera envidia de su jefa, se incorpora en la cama y se abalanza a hacer lo mismo que está haciendo ella, lamiéndome también los testículos, aún encharcados de los jugos de las dos. Y puedo ver, ahora sí, cómo las dos mujeres tienen sus caras a ambos lados de mi polla, lamiéndome cada una la mitad correspondiente, mirándome, entreteniéndose en meter mi capullo en su boca mientras la otra me lame los huevos, recorriendo mi tronco, a veces, con una mano cerrada, esperando por fin que eyacule, como colofón a todo esto.

Y por fin, puedo liberar mi tensión, mi deseo y mi cuerpo, porque sé que ahora sí que vas a estar junto a mí. Porque desde que entendí cuál es este lugar, desde que Anna me lo hizo saber, desde que comencé a acariciarme frente a ella, entendí que esta habitación es mi imaginación, y todo lo que ha ocurrido aquí sólo son imaginaciones mías provocadas únicamente para tu orgasmo. Por eso te pedí una y otra vez que vengas, que corras, que llegues. Que TE vengas, TE corras. Vente, córrete, llega conmigo, ahora que tengo la polla entre las bocas de estas dos mujeres maravillosas que he imaginado para tu placer. Disfruta de la cascada de gotas de semen que comienzan a salir de la punta de mi glande a borbotones, salpicando los abdominales que he imaginado que tengo, mientras mi cuerpo se estremece en un orgasmo tan real como imaginario, provocado por las bocas y las manos de Anna y Vicky, que inician una batalla de lenguas, intentando ser la que más semen lama de mi polla, primero, y de mi cuerpo, después. Y cuando ya no queda más semen, siguen lamiéndose una a la otra las lenguas, juguetonas.

Y mi polla, el único elemento real de toda esta historia, está liberada de toda tensión, recién orgasmada, esperando a que llegues a esta habitación y me hagas saber que me esperas, para imaginar una nueva aventura en la que quedes debidamente satisfecha, o incluso más. Avísame, si quieres, cuando llegues, o cuando vayas a llegar, para saber cómo llegaste, o cómo viniste. Corre, para mí. Te espero con todo mi placer.