Hola de nuevo, bienvenida.
Pasa y siéntete como en tu casa, en una intimidad similar a la de tu
dormitorio. Tómate lo que quieras, un refresco para ese calor que te agota, o
un cóctel para levantar ese humor que se resiente por el trabajo o el estrés.
Aquí no hay nada de eso, no existen jefes, ni ruidos, ni compromisos ni
urgencias. Aquí no hay envidias ni comparaciones ni necesidades. Este es el
lugar más íntimo del mundo, porque es el lugar que tú estás imaginando. Ni
siquiera es el que yo te describo, es el que tu mente y tu cuerpo está
fabricando mientras lees. Yo solo soy una excusa.
Sé que has venido hasta
aquí por pura casualidad. Abriste un día una ventana, pinchaste un enlace y
leíste algunas cosas que te gustaron y despertaron tu curiosidad. Eso se lo
debemos agradecer al Destino. El resto se lo vamos a agradecer a la Naturaleza,
por haberte creado con el cuerpo que tienes, sensible, activo, que reacciona a
los impulsos, que siente sed, deseo, pasión. Y que sabe lo que necesita para
satisfacerse. Cuando llegaste leíste varios textos de mi blog, con mayor o
menor agrado. Pero uno de ellos era particularmente insolente. Era especial, no
contaba una historia, contaba tu historia, narraba cómo te sentías rodeada de
prisa y necesidad y te ayudaba a despertar tu prisa y tu necesidad; con
palabras tiernas te acabó convenciendo para que, en medio del parque, o de la
reunión de trabajo, o de la tienda, o en el comedor familiar atestado, te
pellizcaras los pezones sin que nadie se enterara. Era una locura pero lo
conseguí. Lo conseguimos. Lo recuerdo, para mí también fue excitante juntar las letras que te
lo pedían, y si has llegado hasta aquí, es que cumpliste todos los pasos que te
indiqué, y quieres que avance. Un avance hacia abajo, todo un reto.
Sin duda sientes esa
sensación tan placentera de ebullición entre las piernas, sin poder tocarte,
y te preguntas qué puedo ofrecerte en este segundo post. Lo que quiero que
hagas va a ser mucho más atrevido esta vez. Los dos sabemos qué parte de tu
cuerpo tiene que entrar en acción ahora, y los dos sabemos que tienes que
hacerlo de la forma más discreta posible. Así que necesito que seas capaz de
controlarte. ¿Qué me dices? ¿Serás capaz de controlarte?
Sí, has acertado. Esta vez
la acción no será sobre tus pezones, así que despídete de ellos con un suave
pellizco, como el que hiciste antes, porque la parte de tu cuerpo que va a
entrar en juego esta vez está más abajo. Efectivamente, así es. Ahora vamos en
serio.
Al bajar las manos de tus
pechos inconscientemente las has pasado sobre tu abdomen. Sé que lo has
hecho, y si no, hazlo. Como si no fuera contigo, como si fuese lo más normal
del mundo, como si te rascaras o como si buscaras algo, elige tú según la
situación. Arrastra las yemas de tus dedos desde donde estaban en tus pechos
por encima de tus costillas, por tu estómago, por tu ombligo, y baja un poco
más. Aprovecha que estás leyendo esto en un móvil, una tablet o un monitor para
mostrar que prestas toda tu atención y finge que tus manos tienen inercia
propia. Llega un poco más allá de tu ombligo. ¿Te atreverías a ir un poco más
allá? ¿Con toda la gente que tienes alrededor? ¿Te tocarías?
No te voy a pedir que lo
hagas, pero si la situación te lo permite, si estás tras una mesa, o no hay
peligro, me gustará saber que lo has hecho. Por encima de la ropa. Pulsa sobre
tus pliegues. Solo un poco. Te ha gustado, lo sé. Y ahora no puedo pedirte que
pares, pero quizá te guste más esto que te voy a pedir.
Ahora sí, ahora viene el
verdadero reto de este post. Necesito, y tú también necesitas, que encuentres
un lugar, una cosa, un sitio donde apoyarte. Si estás entre la gente, en un
despacho, o una tienda, puede servir una silla de despacho, o un cajón medio
abierto. Si estás en un parque, la esquina de un banco. En un súper, la arista
de un carro de la compra. Cualquier cosa en la que puedas reclinarte de la
forma más disimulada posible, y que puedas apretar sobre tu coño, solo un poco,
para que lo sientas inundarte de placer.
Ojo, no quiero que te
masturbes. Ya vendrá otro post que te ayude a masturbarte y a alcanzar el
orgasmo y a volvernos locos los dos. Ahora quiero simplemente que, fuera de
todo el mundanal ruido que te rodea, crees una burbuja de intimidad entre tú,
tu coño y, por ejemplo, una silla, mientras lees este texto con gesto
concentrado, para que nadie sospeche. Y que simplemente empujes, un poquito,
sin espectáculos de barra americana ni jadeos, solo una ligera presión con tu
pelvis, cuentes hasta diez, y te separes. No mucho rato. Quizá, si quieres
atreverte, puedes iniciar un suave movimiento oscilatorio, pero no olvides que
debes ser discreta. Luego, un rato después, con cualquier excusa, vuelves a la
misma posición, cuentas hasta diez, y te separas otra vez. ¿Me contarás contra
qué te apoyaste? ¿Me darás los detalles? ¿Me dirás cuántas veces te olvidaste
de contar hasta diez y te limitaste a disfrutar?
Sé que dejarte aquí es
poco menos que una putada. Hazme saber que has llegado hasta aquí y te contaré
lo que tengo reservado para ti más allá de este post. En el fondo sabes que
valdrá la pena, y por eso me estás leyendo ahora y me leerás después, porque te
lo pasas muy bien (y muy mal) leyéndome.
Y lo más importante, ¿me
dirás cuántas veces fuiste capaz de hacerlo antes de masturbarte
definitivamente y correrte? Porque sé que me desobedecerás, pero si me cuentas
cómo fue no te lo tendré en cuenta.
Sea como sea, disfrútalo, y cuéntame qué te pareció. Permanece atenta, pronto habrá un Bienvenida III en el que finalmente alcances el orgasmo, en público, aunque aún no sé cómo diablos lo conseguiremos. Pero una cosa es segura, lo conseguiremos juntos.
Sea como sea, disfrútalo, y cuéntame qué te pareció. Permanece atenta, pronto habrá un Bienvenida III en el que finalmente alcances el orgasmo, en público, aunque aún no sé cómo diablos lo conseguiremos. Pero una cosa es segura, lo conseguiremos juntos.
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